• La historia de Odilia Romero empieza con la separación de sus padres que migraron a Estados Unidos, desde San Bartolomé Zoogocho, Oaxaca.
  • 10 años más tarde, Odilia es separada de sus abuelas para migrar a Los Ángeles, sin saber hablar español o inglés.
  • Odilia ha preservado sus tradiciones y su lengua zapoteca, a través de Cielo.
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La historia de Odilia Romero empieza con la separación de sus padres, quienes migraron a Estados Unidos desde San Bartolomé Zoogocho, una región zapoteca de la sierra de Oaxaca.

Las dos abuelas de Odilia se encargaron de su crianza por 10 años. Su vida en la comunidad zapoteca era un motivo de orgullo. «Colectivamente, Zoogocho tiene una autoestima alta, de ser los mejores de la región».

Sin embargo, cuando los padres de Odilia se enteran que un familiar estaba abusando de ella, decidieron llevarla a Los Ángeles, California.

«A pesar de todo lo que estaba pasando, yo tenía una casa, una comunidad que hablaban mi lengua, vestían como yo. De repente, van por mí y llego a Estados Unidos sin hablar español, sin hablar en inglés», cuenta Odilia.

Las dos separaciones que vivió Odilia que forjaron su activismo

Para Odilia esto significó una segunda separación familiar con sus abuelas y la de su comunidad, además a su llegada tuvo que adaptarse a unos padres que ya no recordaba.

Este momento fue la causa que llevó a Odilia al activismo por los derechos lingüísticos de los indígenas.

«Como mujer de Zoogocho que llegó a Estados Unidos con pocas palabras en español, de pronto llega a este mundo tan diferente, donde hablan inglés y español. Donde la cultura, comida y vestimenta es diferente», dice.

Aprender para sobrevivir y resistir

Cielo | Foto: Cortesía Cielo

En Los Ángeles se tiende a «mexicanizar» o «latinizar» a los migrantes y muy poco se habla de la comunidad indígena que resiste con sus tradiciones, su lengua y sus costumbres, considera Odilia. «No toman en cuenta tu identidad de mujer zapoteca, una mujer zoogochense y esto fue lo que metió al activismo, por así llamarlo».

Odilia tiene como segunda lengua el inglés y como tercera el español, el primero lo aprendió para sobrevivir a un nuevo país.

«Yo aprendí español hasta mucho tiempo después porque me vi obligada aprender inglés para sobrevivir, no sé cuándo pasó, son las cosas donde resistes y resistes», dijo.

«Todos estábamos resistiendo»

La comunidad de Zoogocho está en Los Ángeles desde la década de 1940, donde han logrado resistir a un nuevo mundo, bajo el cuidado de sus costumbres como la tradicional Calenda.

«Estamos resistiendo desde hace años; nos integramos al español e inglés, pero siempre nos recordamos que somos de Zoogocho», sostiene Odilia.

La mentalidad y autoestima «de ser lo mejor» le permite a la comunidad no perder su identidad y, sobre todo, no perder la lengua zapoteca.

Siendo la cuarta generación de zoogochenses es inevitable no formar parte de la identidad de los angelinos, como el gusto por el béisbol o el futbol americano.

«Como migrantes contribuimos a la economía de dos países, pero cuando se trata de derechos no los tenemos», dice.

Ser indígena para Odilia también significa que constantemente se tiene que dar a conocer, «debemos decir que todavía existimos, constantemente debemos educar de nuestra existencia, de nuestras lenguas. Es un constante resistir al racismo estructural. Lo que quisiéramos es un día tener paz.»

Una nueva generación para hacer frente al racismo

Janet, cofundadora de Cielo | Foto: Cortesía Cielo

Aunque Odilia no perdió la lengua zapoteca, su hija Janet, cofundadora de Cielo, no tuvo la oportunidad de aprender la lengua, debido al racismo que ella y su esposo vivieron como migrantes indígenas.

Los problemas estructurales de racismo, Janet los empezó a conocer con la historia de sus padres, por ejemplo, su padre tenía «mucha vergüenza de no hablar inglés en casa», por lo que empezaron a dejar a un lado su lengua materna: el zapoteco.

«Veo los impactos que tuvo en mi familia. Yo no hablo zapoteco, mi primer idioma tuvo que ser el inglés porque mis padres tenían mucho el temor del sistema escolar de Estados Unidos, eso empuja que se borren los idiomas cuando migran aquí», dice Janet.

¿Qué significa pertenecer a una comunidad zapoteca en Los Ángeles?

Para Janet, ser zapoteca en Los Ángeles significa tener un contexto de comunidades que tejieron redes para no olvidar su origen. «Tienes ese contexto de redes que se fundaron por los abuelos, pero sabemos que hay una generación que sigue, como mi hija», asegura Janet.

Ser zapoteca va desde la comida, bailar la música tradicional e incluso aportar a la comunidad desde un ejercicio de activismo.

«Es bonito que mis papás me pudieran dar esa conexión zapoteca, pero a veces es difícil, muchos se enfrentan al racismo por ser zapoteca, mixteca o indígena. Para mí ser zapoteca me ha dado mucho, aunque yo mi hijo nacimos aquí es algo que se vive día a día», comenta Janet.

Ser indígena mujer en Los Ángeles le ha dado a Janet la perseverancia de adaptarse y cómo ser «hábil» en medio del racismo estructural, «los abuelos y bisiabuelos hicieron una lucha muy extensa contra un sistema de racismo».

Crear Cielo para preservar la lengua zapoteca

Cortesía Cielo

Parte del trabajo que ahora Janet busca hacer con las nuevas generaciones, incluyendo a su hija, con el trabajo en Cielo, (Comunidades Indígenas en Liderazgo), donde hay variedad de lenguas indígenas que buscan combatir el racismo estructural.

Durante la pandemia Cielo donó 2.4 millones de dólares en ayuda solidaria y mapeó las comunidades indígenas y lenguas que se hablan en Los Ángeles. La organización también creó un lotería virtual, donde cualquier persona del mundo puede aprender la lengua con este juego interactivo.

Cambiar la narrativa de cómo se habla de los pueblos indígenas

Además, la organización ha trabajado con el consulado de México en Los Ángeles para tener una ventanilla de apoyo para personas indígenas, para servicios de interpretación.

Incluso han ayudado a que las comunidades indígenas asentadas en la ciudad angelina tengan acceso a la vacunación y dar apoyo para las familias que viven en situaciones de precarias.

«Debemos cambiar la narrativa de cómo hablamos sobre las comunidades indígenas, porque cuando se habla de las situaciones precarias en México, no se contextualiza cómo el sistema racista te impulsa a migrar», concluye Janet.

Este texto pertenece al especial Sobre Nosotras, historias que reflejan la vida de cientos de mujeres.

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