Paul Alejandro Sánchez

Paul Alejandro Sánchez

Energía Circular

Se asume que entre más calorías consumas,
más energía tendrás pero ese no es el caso
.

La obesidad y el cambio climático tienen ciertos paralelismos vistos desde la gestión de la energía. En nuestros tiempos, donde los combustibles fósiles dominan la escena energética, el consumo de estas fuentes tiene consecuencias, como ya lo hemos explorado, en la emisión de gases de efecto invernadero, el calentamiento global y el cambio climático. Ahora pensemos en nuestros cuerpos como sistemas energéticos y podremos observar estos paralelismos.

La explotación de fuentes fósiles de energía es reciente cuando vemos el largo curso de la historia de la humanidad, y desató un incremento en la cantidad ofrecida y demandada de las economías en el mundo. Lo mismo podemos pensar de la energía disponible para los seres humanos, si bien hoy podemos conseguir grandes cantidades de grasas y azúcares en cualquier tienda de conveniencia, antes era una tarea de vida o muerte.

Imagina a las sociedades antes de la revolución neolítica, antes del surgimiento de la agricultura. Conseguir proteína, grasas y carbohidratos no era tan sencillo como hacer el super en línea, sino que requería dedicar tiempo y esfuerzo en la caza y recolección y predominaba la escasez calórica. El hecho de que nuestro cuerpo acumule grasa es porque, en un estado natural, ésta es muy difícil de conseguir y, por lo tanto, era importante que nuestros cuerpos la almacenaran, lo cual no dista mucho del proceso de invernadero que permite guardar el calor que recibe nuestra tierra.

Al aumentar la cantidad de alimento disponible en las sociedades modernas, hoy nos enfrentamos a exceso calórico que genera cambios en nuestro cuerpo y que si no se observa de manera adecuada puede generar sobrepeso y obesidad que, en la mayoría de los casos, son sinónimos de una mala gestión energética en nuestro organismo.

La obesidad se ha convertido en el quinto factor de riesgo de muerte en el mundo pues se asocia con el incremento de enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales, renales, obstétricas, musculoesqueléticas, neurológicas, respiratorias y hasta psicológicas.

Por su parte, los gases de efecto invernadero producen un efecto en el clima global, generando un aumento significativo de la temperatura de la tierra y, este calentamiento global, tiene una consecuencia: el cambio climático. Lo que obliga a las sociedades a soportar las consecuencias de un clima más adverso, la pérdida de microecosistemas, como algunas islas en el Pacífico.

De tal forma que, economías más modernas hacen un llamado a entender el impacto del consumo de la energía en nuestro planeta para disuadir la tendencia y otras crean instrumentos tales como impuestos verdes o bonos de carbono con la finalidad de pagar por las emisiones y sus consecuencias.

De la misma forma, para mantener a raya el exceso de calorías en nuestros cuerpos tenemos que reducir nuestros consumos a través de dietas que implican eficiencia energética o, en algunos casos, pagar un gimnasio para hacer ejercicio o invertir tiempo para salir a correr. Incluso, los gobiernos comienzan a adoptar políticas tales como el etiquetado para hacer conscientes a los consumidores de qué alimentos tienen exceso de grasas.

Entonces, así como el cambio climático está asociado a la abundancia de energía fósil y barata de nuestros tiempos que sostiene la demanda de las economías, la obesidad de nuestros tiempos está asociada a la abundancia de calorías baratas que sostienen la demanda de nuestros estilos de vida. No obstante, a diferencia del sector energético que busca resolver este problema a través de la adopción de energías renovables, no se vislumbra una solución similar para nosotros, a menos que podamos vivir solo del sol y una dieta balanceada.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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