• Las sanciones occidentales y el desplome del rublo han congelado financieramente a los ciudadanos rusos, muchos de los cuales intentan huir.
  • Muchos moscovitas apuntan al aumento de la inflación como el problema más grave.
  • Todas las personas que han hablado con Business Insider para este reportaje pidieron que se cambiaran sus nombres para proteger su seguridad.
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El operador de bolsa moscovita Yuriy Shatalov se despierta cada mañana con una pesadilla distópica mientras intenta adaptarse al aislamiento de Rusia de la economía mundial y mantener a su familia.

«Todos los días me despierto con la sensación de que ocurrió algo horrible y tardo cinco segundos en recordar qué fue», dice Shatalov. Desde 1995 ha trabajado en diferentes agencias de valores en la capital rusa, de las que muchas ya quebraron.

«Es exactamente la misma sensación que experimenté cuando murió mi padre: sabes que algo va mal, pero no puedo entender inmediatamente qué es exactamente. Me siento avergonzado. Siento que mi país será desmantelado, arruinado y humillado, exactamente igual que Alemania en el pasado». 

Con el desplome del rublo en un 50% frente al dólar, muchas personas del mundo financiero como Shatalov se apresuraron a vaciar sus cuentas bancarias antes de que el Kremlin impusiera controles de capital. 

La huida de los bancos desencadenó una oleada de compras de bienes de consumo y electrónicos en las principales ciudades de Rusia

Gran parte de la clase media rusa decidió que era mejor acumular valor en bienes en lugar de guardar sus rublos bajo el colchón. 

«Me compré un nuevo iPhone 13; el anterior era muy viejo y estaba roto», cuenta Shatalov. «Me compré una tablet de Samsung. También llevamos a revisar nuestro BMW y compramos llantas nuevas».

Alec Shevrin, director general de un banco de inversión en Moscú, se lo gastó en un Lexus híbrido enchufable y un moderno lavavajillas. 

«Mi mujer y yo tenemos coches nuevos, así que no lo necesitamos», apunta Shevrin. «Pero tenemos todos estos rublos, y prefiero comprar algo ahora que ver cómo pierden su valor«.

Muchos moscovitas también hicieron acopio de alimentos y productos básicos previendo la escasez 

Algunos supermercados de toda Rusia ya informan de un déficit de azúcar y «grechka», o trigo sarraceno, un alimento básico popular en Rusia.  

«Nos abastecimos de maíz enlatado y de aceite de oliva», cuenta Shatalov. «Mi hija es celíaca y siempre fue difícil encontrar cosas sin gluten aquí en Rusia. Ahora será imposible, así que hemos comprado todas las reservas sin gluten que pudimos». 

La viceprimera ministra rusa, Victoria Abramchenko, advirtió el lunes del peligro de que cundiera el pánico en las compras. Esto ya que varios supermercados informaron de la escasez de productos debido al aumento de la demanda de los consumidores. 

Shatalov y su familia no tienen previsto salir del país en breve por temor a la rusofobia —sentimiento antirruso— y por la preocupación de que las pocas compañías aéreas que aún operan en Rusia no sean muy seguras. 

«Tengo miedo de que alguien me oiga hablar en ruso y me dé una bofetada en pleno restaurante», dice. «Además, no quiero encontrarme con ucranianos, y ahora hay millones de ellos en Europa. Tienen todo el derecho a enfadarse con nosotros». 

La imposibilidad de acceder a sus fondos aumenta las frustraciones

Shatalov ha podido retirar todos sus ahorros en divisas de Sberbank y VTB, los dos mayores prestamistas de Rusia. Sin embargo, asegura que Citi [el gigante bancario estadounidense] solo le permite retirar una fracción de sus ahorros de seis cifras. 

«Citi me dejó estancado», apunta. «No solo se negaron a devolverme mis dólares estadounidenses, sino que también jugaron con mi tiempo. No me dieron una fecha en el futuro en la que pudiera venir a buscar todo mi dinero. Solo que podía venir el 1 de abril para cobrar únicamente 10,000 dólares».

Como ciudadano extranjero, el banquero Chris Watson, de 43 años, necesitará un permiso especial para comprar y vender sus participaciones en valores e inmuebles, según las nuevas y estrictas leyes aprobadas por el Kremlin.

«Compré un apartamento el año pasado en Moscú y ahora estoy intentando transferirlo a nombre de mi hija, ya que ella es ciudadana rusa», comparte Watson, que lleva 15 años viviendo en la capital.

«Las sanciones introducidas por Visa y Mastercard están paralizando financieramente a mis amigos; son periodistas, artistas y figuras de la oposición que intentan huir del país», cuenta Kazmin, que está planeando trasladarse a Dubai. «Las decisiones de vida se han hecho mucho más difíciles porque no pueden acceder a sus fondos para reubicarse». 

Las redes de pago alternativas son la rusa Mir y la china UnionPay, pero los informes sobre ambas son contradictorios. 

«Son pocos los bancos que aceptan estas tarjetas y solo se aceptan en las rutas turísticas más populares y en los grandes centros comerciales, que suelo evitar», dice Shatalov. «Hay que tener muchas ganas de viajar para usar la UnionPay, y yo no tengo tantas ganas. He viajado por todo el mundo y de alguna manera sobreviviré».

Casi todas las personas con las que habló Business Insider en Moscú apuntan a la inflación creciente como el problema más grave

El Banco Central, que duplicó el tipo de interés clave hasta el 20% tras la invasión, se reunirá de nuevo el viernes para decidir si vuelve a subir los tipos. 

«Hemos sido muy ligeros con el riesgo, y estamos sobreponderados en el petróleo, pero la inflación perjudica a todos», comenta Konstantin Gusev, un gestor de fondos de 47 años. «Esto no se puede negociar«.

Para Gusev, la crisis es un coctel letal que recuerda a la quiebra soberana de 1998, a la crisis crediticia de 2008 y a la desintegración de Yukos, la petrolera que era propiedad del oligarca ruso Mijaíl Jodorkovski, famoso por su enfrentamiento con el presidente Vladímir Putin.

«Estamos en un punto de no retorno», apunta Gusev, que ha enviado a su hijo a Israel para escapar del reclutamiento. «Yo he visto la destrucción de Yukos cuando nadie dijo que ocurriría. Una vez que la máquina se pone en marcha, no se puede parar. Ese es el riesgo ahora».

Putin advirtió la semana pasada que los rusos deberían estar preparados para un aumento del desempleo en las próximas semanas. Culpó a Occidente y a los «traidores» rusos de atacar a Rusia y a la economía rusa.

El 18 de marzo, Putin también nombró a Elvira Nabiullina para un nuevo mandato de cinco años al frente del Banco Central, en medio de los rumores generalizados de que intentó dimitir en dos ocasiones, disgustada por la guerra.

Elina Ribakova, economista jefe adjunta del Instituto de Finanzas Internacionales, advierte que la economía rusa puede llegar a contraerse hasta un -20% en 2022, muy lejos del crecimiento del 6% que disfrutó Putin durante gran parte de su gobierno.

«Tenemos que repensar la manera en que pensamos en Rusia», dijo Ribakova en un podcast con la publicación BNE IntelliNews. «Hemos pasado de una economía abierta a una que se va a parecer más a la de Irán».

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