• En menos de dos años, casi todos los aspectos de la socialización en el lugar de trabajo han cambiado.
  • En lugar de obligar a que la hora feliz de Zoom sea divertida, los expertos nos aconsejan que seamos honestos acerca de las rarezas.
  • Al adoptar la "ambivalencia emocional", los equipos pueden sentirse más conectados y mejorar el rendimiento.

Ser un compañero de trabajo durante la nueva normalidad no es nada fácil. Imagínate a un hombre solo en una oficina de 4,000 metros cuadrados almorzando en su escritorio. Tres horas antes de eso, ese hombre dijo un «¡Buenos días!» en las cuentas de Slack de seis personas. Y una hora antes, mientras se vestía, pensó: «Hace tiempo que no veo a mis compañeros. Creo que me voy a la oficina».

Me estás imaginando en un lunes reciente.

Así es la vida como compañero de trabajo durante la pandemia: todo es extremadamente raro. En menos de dos años, casi todos los aspectos de la socialización en el lugar de trabajo han cambiado. Las costumbres en la oficina, como los apretones de manos, las fiestas de cumpleaños y el momento improvisado de la hora feliz en el bar, han dado paso a la etiqueta específica del Covid-19: choques de puños, tarjetas electrónicas festivas y eventos planificados previamente.

Muchas de esas alternativas son horribles.

«Varios de nosotros reconocemos que este tipo de interacciones son incómodas», dijo Naomi Rothman, profesora de Gestión en la Universidad de Lehigh que estudia la toma de decisiones y las emociones. «Se sienten como si siguiéramos un guion y parecen falsas».

Por tontos que parezcan estos momentos, Rothman y otros investigadores dicen que, cuando constituyen la totalidad de la experiencia de los empleados y tratamos de ignorarlos, la moral y el desempeño pueden verse afectados. Mientras tanto, si reconocemos que la vida es complicada, eso puede convertirnos en mejores tomadores de decisiones y más receptivos a la retroalimentación.

«Vale la pena tomarlo en serio», dijo Dominic Packer, profesor de Psicología en la Universidad de Lehigh, coautor de «The Power of Us» y colega de Rothman.

Con el fin de recuperar una cierta sensación de normalidad, los expertos dicen que no debemos suprimir estos sentimientos extraños. Deberíamos estar compartiéndolos y sacándolos a la luz. Al aceptar la rareza de la situación, sugirió la investigación, muchos de los beneficios de la vida social en la oficina podrían regresar a la jornada laboral y —para deleite de los gerentes— mejorar el rendimiento del equipo.

Comprender lo que es nuevo y extraño

Que el trabajo sea extraño en estos días no es del todo malo. El trabajo híbrido suele ser más eficiente que el trabajo totalmente presencial. Permite flexibilidad para asistir a las citas y atender a niños hambrientos; también elimina el tiempo que la gente pasa viajando o sufriendo por conversaciones triviales no deseadas.

Pero la eficiencia es también el gran inconveniente. Unos minutos de charla espontánea con un compañero de trabajo suelen ser el respiro perfecto para un día de trabajo muy estructurado. Kirsten Robertson, experta en comportamiento organizacional, dijo que su investigación ha demostrado que esos pequeños momentos sirven de estímulo para que el trabajo tenga sentido.

«Cuando trabajamos juntos en persona, hay más oportunidades informales para que se produzcan estas interacciones», dijo Robertson, profesora asociada de la escuela de negocios de la Universidad de Fraser Valley. «Por ejemplo, conversar con un compañero de trabajo sobre su fin de semana se sentirá más natural si están subiendo juntos a la oficina en el elevador».

Los problemas comienzan cuando tratamos de replicar estas experiencias en línea. Tratamos de forzar «emociones positivas puras», dijo Rothman, a pesar de que gran parte de la vida social de la oficina se ha vuelto altamente calendarizada, programada y transaccional. El resultado: lo que debería darnos un sentimiento cálido termina siendo algo sin emoción.

«Es totalmente entretenido ver al lindo niño de tu colega», dijo Rothman. «Pero también es frustrante intentar establecer esa conexión a través de Zoom».

Es mejor dedicar nuestros esfuerzos, sugirió su investigación, a adoptar y normalizar un estado conocido como «ambivalencia emocional». Esta es la sensación de estar dividido; de saber que hay aspectos del trabajo híbrido por los que estamos agradecidos y aspectos que vamos a odiar.

En los últimos 10 años, Rothman y sus colegas han demostrado que, cuando las personas adoptan la ambivalencia emocional, se vuelven mejores tomadores de decisiones, más creativos, más ansiosos por recibir retroalimentación y menos a la defensiva cuando la reciben.

La razón de esto, dijo, es que cuando las personas, especialmente los líderes, dan permiso a sus compañeros de equipo para aceptar esa realidad emocional, sus mentes también se abren a otros tipos de complejidad. Vemos el panorama general. No tratamos de permanecer en nuestra burbuja de emoción positiva luchando contra cualquier cosa que pueda perforarla.

«Aunque esto puede sonar complicado para algunas personas que podrían estar acostumbradas a ver su ambivalencia como una debilidad», dijo Rothman, «la verdad es que, en realidad, es muy útil sentirse ambivalente, especialmente en momentos como estos en que estamos lidiando con mucha complejidad».

Poner la ambivalencia emocional a trabajar

Las investigaciones recientes sobre la ambivalencia emocional deberían ofrecer cierto consuelo en cuanto a por qué la vida social en el trabajo se siente tan extraña.

Un estudio de 2018 mostró que si las personas sentían emociones negativas —como el lamento que experimenté al comer mi almuerzo solitario en el escritorio—, ser alentados a suprimir esas emociones, o incluso amplificar las positivas, solo tendía a empeorar la situación. En el experimento, descubrieron que fracasar en una tarea en ambientes más felices a menudo hacía que las personas pensaran más en sus fallas.

Entonces, las horas felices de Zoom (o incluso las salidas cuidadosamente planificadas a beber en persona) no solo son un mal sustituto de las cervezas espontáneas después del trabajo; sino que, cuanto más nos mentimos a nosotros mismos —como equipos— de que nos estamos divirtiendo haciéndolas, más doloroso es.

En cambio, deberíamos llamar a las cosas por su nombre. Ser emocionalmente ambivalente acerca de la vida social en la oficina es decir: «Esto es muy extraño, ¿verdad? Todos estamos de acuerdo en que esto es muy poco natural». No hay muchas formas en que los miembros del equipo establezcan conexiones reales entre sí, pero una conexión emocional es una de ellas.

En términos prácticos, los equipos aún necesitan hacer su trabajo. En este punto, la investigación de Rothman sobre las emociones y el trabajo de Packer sobre los equipos encajan muy bien para ofrecer a los líderes y empleados algunas estrategias.

Los gerentes deben discutir regularmente sus emociones encontradas —sobre un proyecto o sobre el trabajo en sí mismo— en reuniones grupales, en chats uno a uno y en comunicaciones digitales. La apertura puede indicarles a los empleados que sentirse divididos está bien, lo que en última instancia puede ayudarlos a reflexionar.

En cuanto a los eventos sociales que todos extrañamos, Rothman y Packer dijeron que la comunicación abierta es clave. No asumas que la sensación de extrañeza afecta a todos.

Si eres un líder, pregúntale a los miembros de tu equipo, en privado, qué tan importantes son estas partes del trabajo para ellos. Si eres un empleado, no tengas miedo de decir que la hora feliz de Zoom no es lo que más te gusta. La claridad puede ayudar a todos a obtener más de lo que quieren y menos de las cosas que aborrecen.

«Las empresas pueden crear oportunidades para interacciones que no sean falsas, que no sean fingidas», dijo Rothman. «Me alegra que lo hayan intentado, pero creo que podemos ser más creativos sobre cómo serían esas interacciones».

Esto es algo en qué pensar durante tu próximo almuerzo triste en el escritorio.

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