Rosario Sánchez

Rosario Sánchez

Water Talk

El 22 de abril se conmemoró el Día Mundial de la Madre Tierra. Es buen momento para recordar la condición de decadencia de la cuenca del Río Bravo y la urgente necesidad de rehabilitarla. Siendo una cuenca binacional, los retos no son menores, pero la urgencia es aún mayor.

El ejemplo del Colorado

El Tratado de Aguas Internacionales (1944) y las actas posteriores entre México y Estados Unidos contemplan con cierto detalle la distribución de agua para cada una de las partes en la cuenca del Río Bravo. Para todos con excepción de la propia cuenca, lo que impacta de forma irreversible su estado. Más del 80% del flujo natural de la cuenca se ha perdido. El problema afecta ya a las poblaciones dependientes y no hay un esfuerzo binacional en calidad de urgente, para combatirlo.

Existe un ejemplo de cooperación binacional en la recuperación de ríos transfronterizos no muy lejos. La cuenca del Río Colorado comenzó en 2010 a destinar una porción del flujo de agua en beneficio del medio ambiente. Esto se logró a partir de las Actas 317 y 319, firmadas por la Comisión Internacional de Límites y Aguas, que también se abrió por primera vez a las organizaciones no gubernamentales (ONG), a través de un Grupo Consultivo Binacional.

En resumen, lo que se buscó fue reconocer y aportar una porción de agua al medio ambiente ribereño y del delta del Río Colorado, que debería desembocar en el Mar de Cortés. Si bien está lejos de una restauración, esta acción está en vías de generar un nuevo hábitat y es percibida como un triunfo en la cooperación binacional.

Algunos kilómetros más adelante

Existe interés y algunos intentos aislados por lograr una rehabilitación de la cuenca del Río Bravo, en su parte que delimita la frontera entre México y Estados Unidos desde El Paso, Texas hasta el Golfo de México. Las iniciativas  por ahora son encabezadas por la sociedad civil y algunas ONG, entre las que están Pronatura, el World Wildlife Fund y Rio Grande Joint Venture.

Un ejemplo de esfuerzos de la sociedad civil son los de la conservación de la Laguna Madre, que incluye los humedales que se extienden por el litoral de Tamaulipas, y que fue designada como zona de protección en 2005. Sin embargo estas iniciativas necesitan multiplicarse para efectivamente promover un cambio sistémico.

Uno de los primeros obstáculos que existen es la falta de información. La cuenca del Río Colorado cuenta con una experiencia más de 50 años de investigación conjunta, que incluso han desembocado en el desarrollo de modelos matemáticos de distribución de agua. En contraste, del Bravo se sabe muy poco, o se encuentra muy fragmentado tanto del agua superficial (y casi nada del agua subterránea compartida). O bien, todo lo investigado no ha sido unificado por una entidad con un solo propósito.

Identificación del problema en el Río Bravo

Es preciso investigar de forma intensiva y planificada, para identificar las áreas más vulnerables de la cuenca. Hay que revisar dónde está más enfermo el paciente, para después determinar el lugar más factible para una restauración, desde el punto de vista ambiental, social y económico.

Es clave involucrar desde el día uno a la población local, trabajar en conjunto con las organizaciones sociales, tomando decisiones en consenso. La rehabilitación ambiental implica necesariamente que la comunidad —agricultores, ciudades, pobladores, empresas — aporten una cantidad determinada de agua: será momento de negociar y de ceder, porque no hay otra forma de ganar.

Quizá este esfuerzo implique cambiar la vocación de algunas zonas de cultivo, en busca de especies más resistentes al calor y menos consumidoras de agua, y definitivamente establecer fronteras y límites a todos los sectores para dar espacio suficiente a la naturaleza para recuperarse. Se debe derribar el mito de que la conservación ambiental de la cuenca es un juego de suma cero. Quienes aporten a la rehabilitación estarán generando un beneficio de largo plazo incalculable.

Contra el calentamiento global

Una cuenca más sana sustenta los microclimas de la región, mitiga el incremento de la temperatura por el cambio climático, protege el hábitat y la biodiversidad e incluso trabaja en beneficio de la salud de la población. Un ambiente más caliente y reseco genera enfermedades, alergias, invasión de especies no nativas y condiciones que aún no prevemos que impactará la salud pública y biológica. Básicamente el resultado del proceso de la acidificación. 

El 5 de abril de 2023 los océanos del mundo rompieron nuevamente un récord de temperatura promedio: 21.1°C. Los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) no dejan lugar a dudas: el calentamiento global está alterando la temperatura del mar, lo cual lleva a la humanidad a un terreno desconocido. Simplemente no podemos prever todos los efectos que un océano más caliente tendrá en la vida marina y por consecuencia en la nuestra.

Como ha sucedido en otras regiones y tiempos en la historia, la respuesta está en manos de la sociedad civil. Un esfuerzo conjunto de trabajo en campo y acción política promueve la activación de los gobiernos de ambos lados de la frontera, cuya presencia se requiere para darle estabilidad y permanencia a cualquier proyecto de alcance sistémico.

Empecemos por tener en mente que la cuenca tiene derechos, y el primero es el del agua, como lo es para todos los seres vivos, en mayor o menor medida.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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