• La reducción de la semana laboral representaría una ruptura radical con la cultura de trabajo que impera en nuestra sociedad capitalista contemporánea.
  • Los trabajadores no conseguirán una reducción de las horas de trabajo si no tienen el poder de negociación necesario para hacerla realidad.
  • La semana de trabajo de 4 días y 32 horas es un objetivo que debería lograrse en un plazo de 10 años, según John McDonnell.

“Deberíamos trabajar para vivir, no vivir para trabajar”, declaró John McDonnell en el discurso pronunciado ante la conferencia del Partido Laborista británico. Y acto seguido se embarcó en una enérgica defensa de la semana de trabajo de 4 días y 32 horas, objetivo que, según McDonnell, debía lograrse en un plazo de 10 años y, sobre todo, hacerse efectivo sin pérdida de salario.

La reducción de la semana de trabajo a 4 días sería una medida verdaderamente transformadora. Representaría una ruptura radical con la cultura de trabajo que impera en nuestra sociedad capitalista contemporánea.

Sin embargo, su radicalismo también plantea dificultades. ¿Aceptarán las empresas un recorte de la semana de trabajo? ¿Qué tipo de legislación se necesitará para lograr ese recorte? En última instancia, ¿podrá adaptarse el capitalismo para dar cabida a una semana de trabajo de 4 días, o será preciso que imaginemos –y construyamos– un futuro más allá del capitalismo?

Argumentos a favor de una semana laboral de 4 días

Hombre exhausto tras jornada laboral
Getty Images

Los argumentos a favor de trabajar menos días son convincentes. Establecer una jornada laboral más corta nos dejaría tiempo para hacer y ser cosas fuera del trabajo. Nos permitiría tener una vida mejor.

Los datos muestran que una jornada de trabajo más larga está relacionada con diversas formas de enfermedad, tanto física como mental. A este respecto, la reducción de las horas de trabajo podría contribuir a mejorar la salud y el bienestar de los trabajadores.

Además de las ventajas de índole personal, si trabajáramos menos, podríamos mitigar los efectos del cambio climático. La espiral de “trabajar y gastar” tiene un costo ambiental que se podría resolver reduciendo el tiempo que dedicamos al trabajo.

Reducir el tiempo de trabajo también podría ser una medida rentable por sí sola, ya que da lugar a una mayor productividad. Los cuerpos y las mentes descansadas hacen que las horas resulten más productivas, y ofrecen la oportunidad de producir lo que necesitamos disponiendo de más tiempo libre.

Por último, también podríamos trabajar mejor. Si eliminamos horas de trabajo duro, podríamos liberar tiempo para disfrutar de un trabajo más gratificante. La reducción de las horas de trabajo se refiere no solo a mejorar la calidad del trabajo, sino también a aligerar su carga.

La persistencia por lograr una semana laboral de 4 días

Pero el sistema en el que vivimos sigue presionándonos para que trabajemos más. En algún momento del pasado, se supuso que el capitalismo, en su evolución natural, acabaría dando lugar a una jornada de trabajo más corta. Como es sabido, en 1930 el economista John Maynard Keynes imaginó que hacia 2030 se implantaría la semana de trabajo de 15 horas. Pensó que este logro se materializaría sin necesidad de llevar a cabo una reforma fundamental del capitalismo.

Sin embargo, la realidad es que las horas de trabajo en las economías capitalistas no se han reducido ni un ápice, e incluso han mostrado visos de aumento (en especial desde la crisis financiera mundial). Es cierto que existen importantes diferencias entre los distintos países en lo que respecta a las horas de trabajo. Por ejemplo, los trabajadores de Alemania disfrutan de una jornada laboral más corta que la de sus homólogos estadounidenses.

No obstante, ningún país tiene previsto, ni de lejos, implantar una semana de trabajo de 15 o incluso 30 horas en los próximos 10 años. De mantenerse las tendencias actuales, la mayoría de las economías capitalistas van camino de tener una semana de trabajo media que duplica con creces la predicción de Keynes.

Trabajar menos no es un lujo, sino un componente necesario para el progreso

Las razones de este estancamiento de las horas de trabajo son diversas. Por un lado, está la cuestión del poder. Los trabajadores no conseguirán una reducción de las horas de trabajo si no tienen el poder de negociación necesario para hacerla realidad. El debilitamiento de los sindicatos y el cambio hacia el modelo de gestión orientado a la “creación de valor para el accionista”, que mide el éxito de una empresa por el rendimiento que aporta a los accionistas, ha hecho que muchas personas trabajen más horas –o el mismo número de horas– por un salario más bajo.

Pero el escepticismo de las empresas no hace sino demostrar hasta qué punto tenemos que replantearnos la economía y, en general, la vida. Si continuamos trabajando tanto como hasta ahora, no solo seguiremos perjudicándonos a nosotros mismos, sino también a nuestro planeta. En definitiva, trabajar menos no es un lujo, sino un componente necesario de nuestro progreso como seres humanos.

Este artículo ha sido publicado originalmente por The Conversation por David Spencer, professor en University of Leeds.

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