• Indra Nooyi, ex CEO de PepsiCo, compartió su experiencia profesional con alumnos universitarios.
  • Reflexionó sobre los hábitos que la llevaron a tener éxito, así como sobre sus convicciones personales.
  • Se consigue con el aprendizaje del oficio y sus detalles, una cuestión artesanal que se desarrolla con el paso del tiempo y la atención cuidadosa, apuntó.
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“Si hubiera querido ser CEO, mi jefe probablemente no me habría dado el puesto”. Con esta paradoja respondió Indra Nooyi, la célebre ex CEO de PepsiCo, a una de las preguntas que le hicimos en su visita a nuestro campus Ciudad de México hace unos días. “Cuando me ofrecieron pasar de CFO a CEO, le respondí a Steve (Reinemund, el CEO hasta entonces) que me diera unos días para pensarlo.” En el relato de Indra, a Reinemund le sorprendió la calma con la que su CFO evaluó la oportunidad de volverse la máxima administradora de PepsiCo. 

Y qué bueno que Indra finalmente aceptó: durante sus 12 años a la cabeza de PepsiCo, de 2006 a 2018, la firma aumentó sus ventas en 80%; aumentó el valor de la acción por 78% y fue pionera en muchas acciones de responsabilidad social y ambiental, reduciendo la generación de residuos y uso de agua, y aumentando el reciclaje y aprovechamiento de energías renovables. También llevó a cabo una reorganización del portafolio de productos de PepsiCo en tres categorías fáciles de entender: Fun for you, Better for you, y Good for you, buscando que incluso las bebidas azucaradas y golosinas de la categoría Fun for you se volviesen más saludables.  

Pero vuelvo a la actitud de Indra ante la oferta de aquel ascenso “final” en la pirámide de la organización. Siempre cabe pensar que las respuestas de un directivo como Nooyi son diplomáticas más que auténticas, pero en el caso de la exdirigente de la icónica firma su respuesta al respecto de la “no-instrumentalidad” de su trabajo me parecieron genuinas. Su lealtad era a la organización y su florecimiento –reflejando, como enseñamos en el Tecnológico de Monterrey, el liderazgo basado en el servicio a una causa y a los demás, no al provecho propio–.  

Desconozco las convicciones espirituales de Indra Nooyi (cuyo segundo nombre, por cierto, es Krishnamurthy), pero tratándose de una mujer de origen indio, durante la conversación pasó por mi mente la conocida exhortación del Bhagavad Gita: “Tienes derecho a realizar tus deberes, pero no tienes derecho a los frutos de tus acciones. Nunca te consideres la causa de los resultados de tus actividades, ni tampoco te apegues a la inacción.” 

La admonición del libro sagrado hindú coincide con lo que hemos ido aprendiendo sobre la satisfacción de las personas en el trabajo. Uno de los factores más importantes es el aprecio propio por el trabajo bien hecho o el sentido de “oficio” en lo realizado. Conocer los resultados finales de nuestra labor importa, sí, pero igualmente lo hace el creciente sentido de habilidad en lo que uno lleva a cabo, con independencia de lo que ocurra más adelante en el proceso. A este mismo orgullo por el trabajo bien hecho le llaman ikigai los japoneses. 

En todo caso, para alcanzar ese orgullo no hace falta trabajar de 16 a 20 horas al día por 40 años, como Indra confiesa en su libro «Mi Vida Plena» («My Life in Full», su título original), publicado recientemente en castellano. Se consigue con el aprendizaje del oficio y sus detalles, una cuestión artesanal que se desarrolla con el paso del tiempo y la atención cuidadosa. 

Cerca del final de la charla, le pregunté a Indra: “Si pudieras comenzar tu vida profesional de nuevo, ¿hay algo que harías diferente?”. Anticipaba que me compartiría ella algún ajuste o decisión diferente en su camino dentro de los negocios. Pero no: confesó que su llegada al mundo corporativo fue azarosa, y que bien podría haber elegido dedicarse a la música –pues de joven fue parte de un girl band en su natal ciudad de Chennai–, a la docencia o a jugar cricket femenil profesionalmente –otra de sus pasiones–, donde seguramente habría sido igual de perseverante y trabajadora; una respuesta que interpreté como diciendo que donde la vida la hubiera colocado, sus hábitos la habrían llevado a tener éxito. 

La oportunidad de aprender en directo de Indra Nooyi terminó con la reflexión de que en la audiencia de alumnos de ese día había seguramente las y los Indra Nooyi del futuro, quienes se llevarían el ejemplo de profesionalismo, visión y calidez de nuestra invitada. Tras un largo aplauso, aún le esperaba a Indra una larga fila de alumnos anticipando que les firmara un ejemplar de su libro… con selfie incluida. 

*Jaime Martínez Bowness, Decano Regional de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México

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