Paul Alejandro Sánchez

Paul Alejandro Sánchez

Energía Circular

Vivimos tiempos de confrontación y pareciera que sugerir algo distinto a lo que conocemos es un pecado capital que se castiga con pena de silencio; se prohibe soñar —lo que indudablemente es el principio para innovar y transformar—. Si mencionas algo sobre energías renovables, hidrógeno verde, transición energética, los caballeros andantes de internet buscarán corregir la osadía de ir en contra de lo conocido.

Me imagino que sería como si la comunidad florentina del siglo XVI se hubiera agrupado afuera del aposento de Leonardo DaVinci para exigirle que dejara de diseñar instrumentos para volar, con argumentos como que el hombre estaba destinado para estar en el suelo, pues si Dios hubiera querido nos habría dado alas. Nada diferente a la vieja inquisición que condenaba a la muerte en la hoguera de los hombres de ciencia.

Vayamos a principios del siglo XX, al año 1908. Imaginen a los maestros herreros diciendo: “falta mucho para que un modelo T reemplace al caballo”, “no hay suficientes estaciones de gasolina”, “¿Cómo vas a llenar un tanque en un viaje largo entre ciudades?”, “El auto nunca reemplazará al ferrocarril”.

Un salto más adelante en el tiempo nos llevaría a RIM, la empresa que fabricaba el Blackberry y que subestimó el potencial del mercado que abría Apple con iPhone. La empresa no creía que las personas quisieran un teléfono sin teclado o una serie de apps más allá del email, la mensajería o el navegador web. Aun con el lanzamiento del iPad que abriría el mercado de las tablets, los directivos de RIM señalarían que no atendían ningún mercado en específico.

Lo maravilloso de la tecnología es que no avanza cómo las empresas o los gobiernos desearían, sino que tienen sus propias inercias. Podríamos hablar de miles de ejemplos: los balleneros resistiendo al creciente mercado de queroseno a finales del siglo XIX, o los mismos productores lámparas de queroseno resistiendo a las primeras bombillas incandescentes encendidas por electricidad.

Hoy podemos ver cada día más drones en las calles o una tarjeta de memoria del tamaño de una uña con una capacidad de 1TeraByte (que equivale a 1 millón de Megabytes). Hay más cámaras que nunca, con mejor definición que en los últimos años, y eso, combinado con el reconocimiento facial más preciso, ha generado debates morales y de los límites del Estado muy interesantes.

El reconocimiento de voz, la traducción en tiempo real, la inteligencia artificial y los automóviles autónomos, por citar algunos ejemplos, avanzan a pasos agigantados y todavía hay quien cuestiona si la Tierra es plana porque no alcanza a ver su redondez, sin pensar, por ejemplo, que ya comenzaron los primeros viajes espaciales privados del mando del Space X.

En el mundo, la energía solar rompe récords en capacidad y tiempo, al igual que el almacenamiento y el hidrógeno verde. Y también, ¿por qué no?, tecnologías convencionales como las turbinas de ciclo combinado, la fisión nuclear o la captura de CO2 directamente del aire, con lo cual ahora hasta se producen diamantes artificiales.

Incluso hay retos que veremos en el futuro que aún no percibimos en su completa dimensión. La basura de las baterías y paneles solares, la contaminación lumínica o la saturación del espacio aéreo inmediato podrían requerir, también, pensar en soluciones creativas en el largo plazo.

Esto es energía circular y de esto se trata este espacio, de que nadie te diga que no se puede, que te conformes; que es imposible pensar o siquiera soñar en un mundo mejor. Que no te digan que es muy temprano para pensar en hidrógeno verde o en descarbonización; que no te digan que no se puede tener energía 100% renovable y almacenamiento; que no te digan que no puedes pensar o soñar en un mundo mejor, porque, citando a Heráclito, lo único constante es el cambio.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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