Rosario Sánchez

Rosario Sánchez

Water Talk

En marzo pasado se llevó a cabo la Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023 en Nueva York. Su objetivo fue encontrar formas de acelerar el paso para cumplir con el sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible 2030, que es el de “garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos”.

En resumen, se trata de meterle velocidad a los gobiernos, las ONG y los personajes relevantes para cumplir las seis metas de este objetivo. La dificultad de lograrlo se puede apreciar nada más leyendo la primera meta: “lograr el acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible para todos”. El propio organismo señala que actualmente unos 2,000 millones de personas usan fuentes poco seguras de agua para beber.

Pisar el acelerador por el agua

La ONU tiene la responsabilidad de mantener los ánimos arriba, así que en estos años ha montado lo mismo un programa para acelerar el ODS 6, que una década exclusiva de Acción por el Agua (2018-2028) para que el mundo enfrente el problema.

Un resultado importante de esta reciente conferencia es la inscripción de 737 compromisos (el número sigue aumentando), los cuales se enlistan voluntariamente y describen proyectos muy concretos en favor de la protección del agua.

Hay que decir que México aparece en 81 de estos compromisos, de acuerdo con la Agenda de Acciones por el Agua. Se trata lo mismo de programas públicos de gobiernos a todos los niveles que de proyectos impulsados por las ONG. No en pocos aparece como parte de un esfuerzo multinacional, sin que necesariamente esté involucrada una autoridad.

Se trata de compromisos voluntarios, pero no queda claro que la suma de todos ellos termine impulsando el cumplimiento del ODS 6 ni tampoco se contemplan las responsabilidades de las partes.

Entre los compromisos está, por ejemplo, una meta de cambiar 25,000 regaderas, a cargo del gobierno municipal de Monterrey, NL., o bien la iniciativa de impulsar el delito de ecocidio en todos los sistemas penales del mundo.

El esfuerzo de la ONU es un claro indicador de la magnitud de la crisis del agua, y su potencial para agudizarse, por los impactos del cambio climático. Al igual que con los ODS, parte de la certeza de que actuar ahora es mucho más inteligente y efectivo en términos económicos, que esperar a que las cosas se agraven.

Oportunidades de cambio

Las crisis nos traen efectos negativos y oportunidades. Lo negativo es que quienes menos tienen, los más desfavorecidos, son los que siempre pagan la factura. Lo positivo es que las crisis provocan un cambio, sonla oportunidad de realizarlo.

Por ejemplo, En cuestiones de aguas compartidas, la escasez en el norte de México y el sur de Estados Unidos es una oportunidad para la cooperación binacional. No quiere decir que esta no haya existido antes, pero sí existen nuevos retos y la magnitud de sus impactos son sistémicos.

Nuestras cuencas internacionales están completamente en niveles de estrés hídrico; entre los más altos a nivel mundial. Las expectativas no son mejores en términos de disponibilidad y calidad de agua para futuras generaciones.

Se habla mucho de que en el futuro existirán las guerras por agua. No comparto este paradigma. Ningún país pondría en riesgo su recurso más importante por la vía armada, por lo que es mucho más probable que las parte se sienten a negociar.

El agua une. Es un factor de simetría, de balance de relaciones internacionales entre los países que comparten aguas fronterizas. México y Estados Unidos han sido un ejemplo histórico de ello.

Debemos aprovechar esta oportunidad para trabajar conjuntamente porque en realidad esa es la única opción. 

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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