Rosario Sánchez

Rosario Sánchez

Water Talk

El derecho humano al agua me genera ruido. Todos lo tenemos, pero ¿quién lo paga?, ¿quién se hace responsable?, ¿quién debe garantizar este “amor eterno”? Falta la otra parte de la corresponsabilidad, y sobre todo de la operabilidad del ejercicio de este derecho. Sin duda todos lo tenemos, pero también tenemos responsabilidades tanto en el lado de la oferta (operabilidad y acceso) como de la demanda (uso y ejercicio). El acceso al agua termina siendo más un derecho aspiracional porque, aunque esté contemplado en nuestra Constitución, su aplicación se convierte más en un “mandato sin fondos” que en un derecho ejecutable en su operación. En consecuencia, todos tenemos que pagar el precio y el riesgo que la actual situación de escasez impone, ya sea climatológica o administrativa.

Aporto algunos números: en México el agua es un problema complejo que requiere de un enfoque multidisciplinario e intercultural. Hay cálculos que estiman que cerca de 5.9 millones de hogares no cuentan con acceso al agua potable, reveló la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2021), y una tercera parte de la población no tiene acceso a agua potable segura (esto es un día sí y el otro quien sabe). En el mundo se estima que 600 millones de personas no tienen acceso a agua potable ni saneamiento. En los Estados Unidos, por dar un ejemplo del mundo desarrollado, el 35% de la población no está incorporada a sistemas municipales de agua, por lo que tanto el acceso al agua, el saneamiento y la calidad no está garantizada, ni las agencias municipales o federales obligadas legalmente a proporcionarlos (Water Financial Exchange, PFBW 2022), muy a pesar del derecho humano al agua.

Por su parte, Conagua ha estimado que para lograr la cobertura universal hacia el 2030, considerando las tasas del crecimiento poblacional en México, deberá encontrarse la manera de dar acceso al agua potable a 37 millones de personas e incluir en servicios de alcantarillado a 40 millones de habitantes, según datos de la Agenda del Agua 2030 de la dependencia. Este reto no es menor considerando la dimensión de inversión en infraestructura necesaria para cumplir los objetivos de desarrollo de las Naciones Unidas, sin considerar las condiciones de sequía que estiman se agravarán aún más durante los próximos 20 años.

Del consumo y la responsabilidad

Y para que la distribución del agua sea más democrática, los consumidores también tenemos que aportar mucho más en la preservación del líquido.

Medidas efectivas para el uso y acceso eficiente del agua no solamente se limitan a mantenerse al corriente en el pago, sino también a la revisión de tarifas dependiendo del tipo de uso, prioridad y cantidad, pero sobre todo, a la imposición los límites o topes de uso por tipo de actividad. Esto asigna tarifas proporcionales al valor del agua dependiendo de la necesidad, prioridad y de las condiciones de disponibilidad.

El Instituto Mexicano para la Competitividad encontró en 2010 que en el país se cobran 67 de cada 100 litros de agua entregados a los consumidores, por lo que a los organismos operadores les faltan de manera permanente alrededor de 25% de los recursos necesarios para funcionar. Esto, aunado a las condiciones de la infraestructura que tiene un nivel promedio de ineficiencia de 40%, incide en que solo dos terceras partes de las tomas de agua tengan servicio las 24 horas del día los 7 días de la semana.

México ya experimenta los efectos negativos de la falta de agua. Durante los últimos años, las regiones centro y norte del país viven la escasez del vital líquido debido al aumento de las condiciones de sequía que constituyen ya la nueva normalidad y no a una condición temporal. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en el país la disponibilidad promedio anual per cápita pasó de 10,000 metros cúbicos (m3) en 1960 a 4,000 en 2012. Se estima que para 2030, esta disponibilidad descienda por debajo de los 3,000 m3 por habitante al año. Y el derecho humano al agua, ¿dónde quedó?

El Estado mexicano tiene su parte de responsabilidad, por ejemplo, actualizando los marcos legales que protejan la operatividad y ejecución del derecho humano al agua, la inversión en la modernización de la infraestructura tanto de distribución como de tratamiento y reuso, la revisión de tarifas e incentivos a la conservación tanto en el sector urbano como agrícola, y la consideración de una posible descentralización en la administración del recurso considerando la dimensión de los riesgos, las necesidades apremiantes y las capacidades actuales del gobierno federal, que hay que decirlo, no están a la altura de las necesidades actuales.

Existe mucha gente que aún no dimensiona el problema del agua y cree que la concientización y la responsabilidad se debe limitar a cerrar la llave de la regadera o del fregadero. Sin duda eso debe ocurrir, los usuarios debemos estar más alertas de nuestras obligaciones que en teoría nos garantizan derechos. Sin embargo, nuestra obligación y responsabilidad no termina ahí. Es tiempo de darle una revisada a nuestros valores, hábitos de consumo de agua y de la cadena productiva que nosotros controlamos: es decir nuestra dieta, nuestra vestimenta, nuestro nivel de consumo diario en el que todo (TODO) requiere de una cantidad de agua para su producción.

El agua es multidimensional y está ligada a toda actividad productiva del planeta, gobernada por nuestros hábitos de consumo y desperdicio. Por ejemplo, en 2021, se produjo una cantidad de alimentos para satisfacer la demanda correspondiente a 10,000 millones de personas.

Se estima que en México se desperdicia una tercera parte de los alimentos que se producen. Lo que se traduce en que una cuarta parte del agua que consumimos se utiliza para producir alimentos que nadie come. Estamos hablando de 25 millones de personas que pudieron haber sido alimentadas con ese desperdicio y de una gran cantidad de agua que se derramó sin ningún beneficio. No hay derecho.

¿Cuál es el problema entonces? ¿La escasez o la administración? ¿El derecho humano o la corresponsabilidad en uso y acceso? Pareciera como si nuestra mente estuviera trabajando en el deber ser, mientras nuestros marcos legales solo pueden responder a lo que se puede hacer. Pensemos entonces de atrás para adelante. Identifiquemos el problema primero, antes de promover soluciones inasequibles.

Derecho humano al agua, aspiraciones y realidades | Rosario Sánchez

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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