Carla Luisa Escoffié Duarte

Carla Luisa Escoffié Duarte

Una ciudad propia

Desde el inicio de la guerra en Ucrania, la empresa Airbnb se ha esforzado en promover su imagen como una empresa filantrópica. Sin embargo, existen razones para creer que se trata de una empatía selectiva. Y también lucrativa.

A finales del 2020, la empresa lanzó de manera oficial su propia ONG: Airbnb.org. Si bien el proyecto llevaba ya años gestándose, salió a la luz de manera oficial como un espacio para ayudar a dar hospedaje de emergencia a las personas que enfrentan crisis humanitarias, ambientales o de salubridad —como es el caso de la pandemia del Covid-19.

Con el inicio del conflicto armado en Ucrania, Airbnb.org inició una campaña para dar alojamiento a refugiados, ya sea solicitando a anfitriones que hospeden gratis o solicitando donativos de usuarios a través de la plataforma. Este programa no recibe ganancias, según se anunció.

Este 4 de marzo, el CEO de Airbnb, Brian Chesky anunció por su cuenta de Twitter que en tan solo 48 horas se habían agendado 61,406 noches en Ucrania. No se trataba de turistas próximos a viajar sino de personas participando en una campaña de la compañía para apoyar económicamente a los anfitriones ucranianos registrados en la plataforma.

Según Chesky, estas aportaciones equivaldrían a 1.9 millones de dólares. El porcentaje mínimo de comisión que recibe Airbnb por estancia es de 3%. A la fecha, no han aclarado si se retiene ese porcentaje en el caso de estas estancias pagadas.

Pero Airbnb no se ha visto igual de colaborativo en todos los conflictos armados.

A finales de 2018, la empresa anunció que retiraría de su oferta alrededor de 200 alojamientos ubicados en territorios de Palestina ocupados ilegalmente por Israel. Esta decisión fue adoptada después de una larga campaña realizada por activistas palestinos con apoyo de organizaciones internacionales como Amnistía Internacional. 

Apenas cuatro meses y medio después, en marzo de 2019, la empresa volvió a poner en oferta esos 200 alojamientos, asegurando que las ganancias irían a «organizaciones benéficas de ayuda humanitaria que atienden a personas en distintas partes del mundo». Así, el lucro por los territorios ocupados continúa.

A esto se agrega que la empresa ha sido recalcitrante para colaborar con gobiernos de distintas ciudades del mundo que intentan mitigar los efectos que su presencia está generando en los precios de las viviendas. Por ejemplo, se han negado a facilitar información que permitiría a las autoridades controlar y organizar el porcentaje de presencia Airbnb en barrios y edificios, así como evitar la evasión fiscal por las ganancias de anfitriones.

Ian Brossat, quien fuera encargado de vivienda, emergencia habitacional y alojamiento en el ayuntamiento de París, ha denunciado que en Francia la empresa Airbnb solo declaró 68,168 euros de ganancias en 2015 y 330,880 en 2016. A decir del funcionario, la empresa representa una gran pérdida para el erario francés.

Por supuesto que nadie pone en duda la necesidad de dar alojamiento a las personas refugiadas de crisis como la de Ucrania. La urgencia impera. Tampoco puede depositarse la responsabilidad sobre las personas que de buena fe buscan colaborar a distancia a través de iniciativas como las promovidas por Airbnb.

No obstante, un escenario desolador y preocupante como el que viven millones de personas en Ucrania no puede ser instrumentado para lavar imágenes de quienes, ante otros dolores, se han negado a colaborar.

filatropía airbnb | Business
Jonás Cortés / Business Insider México

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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