Rosalinda Ballesteros

Rosalinda Ballesteros

La Ciencia de la Felicidad

Urge sentir compasión por el planeta.

En general la humanidad no está respondiendo en intentar remediar los daños que está sufriendo la naturaleza.

Hemos agotado enormes extensiones de tierra y, con ellas, especies enteras de flora y fauna; hemos exterminado ríos, matado sus aguas y contaminado mares y océanos; también hemos envenenado el aire, agujereado el techo del planeta, ensuciado el espacio sonoro; hemos expulsado pueblos enteros de sus propios hogares y los vemos morir constantemente ahogados en las aguas o deshidratados en los desiertos.

No hay duda científica de que tenemos que elevar nuestro pensamiento compasivo al nivel planetario. Tal vez este sentimiento es la única herramienta que nos queda para el cuidado del medio ambiente, para hacer un cambio.

Ya hablábamos de la enorme necesidad que tenemos todos de autocompasión, no ser tan duros con nosotros mismos, y de la compasión con el otro, no ser tan severo con el otro, pero la naturaleza también nos pide compasión.

Vale la pena recordar: hablamos de ese sentimiento de tristeza que provoca ver sufrir a alguien y que nos impulsa a aliviar su dolor. 

Sin embargo, la información generalizada de la terrible realidad que enfrenta el planeta no es suficiente para identificarnos con este fenómeno. Aunque es grave la situación, la vemos lejana y realmente no actuamos. 

Si deseamos realmente ser compasivos con el planeta tenemos que relacionarnos con él, acercarnos a la naturaleza porque esta lejanía poco nos ayuda a despertar en nosotros esa tristeza positiva que nos ayuda actuar en favor del necesitado. No se ama lo que no se conoce, dice el refrán chino.

¿Cómo podemos provocar en nosotros este sentimiento en medio de nuestros centros urbanos?

Puede ser fácil: si a mi me gustan las aves, por ejemplo, poner más atención a sus vuelos, a sus cantos, apoyarlas con agua o sitios dónde posarse, y contemplarlas para valorar lo que significaría el perderlas si el planeta ya no las puede abrigar. 

¿Qué tal hacer lo mismo con las plantas, sus flores, sus frutos; con el cielo, los ríos, los mares?, y ¿por qué no, con nosotros mismos?

Desde hace tiempo leo a una investigadora italiana, Antonella Della Fave — que conocí hace algunos meses—, que está haciendo estudios sobre el altruismo en las diversas culturas del mundo como una noción positiva que genera un espiral virtuoso en las comunidades y conduce a un futuro de armonía.

Para ella y muchos otros colegas, ese es el siguiente paso del que estoy hablando. Que el altruismo se convierta en una forma de vida, no solo un intercambio, en el que nuestras prioridades sean el otro y el planeta.

Al lograr un estado de interconexión de nosotros mismos con la naturaleza, el cuidado del planeta puede convertirse en una forma de encontrar el verdadero significado de la vida.

Aunque estés en medio de la urbe, mira una flor, un árbol, los pajarillos y hasta los roedores, siente compasión por lo que sería de ti, del otro y del planeta entero sin alguno faltáramos.

Compasión por el planeta
Brenda Peralta|Business Insider México

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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