Ivonne Vargas

Ivonne Vargas

Laberinto Laboral

La pandemia por Covid-19, la de mayor impacto quizá en el último siglo, no solo mostró deficiencias en el sistema de salud a nivel global; también exhibió desafíos en lo educativo, que van desde (la ya conocida) brecha digital para acceder a internet hasta un reto mayor que consiste en que los papás -sin importar la edad del hijo- le entren a la formación de sus hijos.

Antes la consigna era: “escuela: aquí tienes a mi hijo para que lo eduques”. Hoy eso cambia a un llamado para que los padres de familia sean un facilitador o, de entrada, un apoyo para ganar conocimiento.

En este escenario, donde estamos por cumplir seis meses de confinamiento y, al menos, 30 millones de estudiantes de educación básica regresaron a clases con plataformas digitales, la pregunta es ¿qué lecciones podemos sacar del coronavirus?, para alinearnos a la meta de tener una enseñanza personalizada.

Aprender fuera de lo convencional

Ipsos, la firma de investigación en mercados, realizó un sondeo para conocer la opinión de maestros y alumnos (en países con los mayores niveles de contagio, aunque México no aparece en la lista) sobre el regreso a clases, un 57% de los estudiantes dijo que el estudiar en casa le representa dificultad para concentrarse.

Empero, hay una visión positiva sobre sus logros, pues 49% asegura que ha trabajado en su autonomía para aprender, en tanto 28% está entusiasmado por haber incorporado aprendizajes que no había obtenido en clase.

En nuestras aulas (presenciales o virtuales), sobre todo en la universidad, se debería tener como primera lección preparar al maestro para que ayude a los jóvenes a salir de su zona de confort, en el sentido de prepararse en las nuevas necesidades que presentará no solo México, sino el mundo tras la pandemia.

Esto significa, por ejemplo, formar a un joven que se moviliza socialmente y que observa el emprendimiento como una forma de ser y no como algo asignado solo para quien desea iniciar un negocio, me cuenta Rafael Campos, rector institucional de Aliat Universidades.

Pero para ese perfil -dice el rector- se necesita un maestro que deje de ver en las evaluaciones propias y hacia el alumno la ‘panacea’ para decir si la persona aprendió bien o mal.

Los maestros también necesitan aprender nuevas habilidades

Pensamos, en todo caso, en un docente /facilitador que otorga herramientas y ejemplos prácticos para aprender a relacionarse; tener una misión y una visión enfocada en trascender; sentir curiosidad por desarrollar nuevas formas de hacer las cosas.

En resumen aprender a aprender habilidades que nos permitan ser empleables a lo largo de la vida, e incursionar en diversas experiencias profesionales, sin casarse con aquello que se estudió.

No es necesario argumentar cuán crucial es para el impulso de los estudiantes tener un docente con este perfil, si pensamos en lo que demanda el mercado laboral de un futuro (que ya es presente).

Tampoco es la intención abundar en lo evidente: la tecnología es uno de los grandes jugadores en esta pandemia, para continuar con el desarrollo de esas habilidades, y ayudar a cerrar la brecha educativa, con todo y que existe una conocida brecha digital (más del 40% de la población en México carece de acceso a Internet).

Lo que sí quiero subrayar es que el país tiene una oportunidad ‘de oro’ en el coronavirus si voltea a ver dos elementos, en los cuales coincido con Rafael Campos:

1. Este es el momento de debatir, a nivel de sistema educativo, sobre la posibilidad de acreditar a las personas por competencias. En otras palabras, esto significa dejar de pensar que la única ruta exitosa de formación es aprender solo de un campo de conocimientos durante cuatro, cinco o hasta ocho años.

Cuando las universidades tengan la oportunidad de evaluar por competencia o habilidad que gane el alumno, que aplique al mercado, y que ese conocimiento se puede traducir en créditos académicos, quizá entonces dejaremos de ser un mercado con ‘titulitis’ para convertirnos en una economía que contrata por habilidades demostradas.

2. Los papás como facilitadores. El primer rol en educador lo juega la familia; en este núcleo se aprenden valores, por ejemplo. En segundo lugar está la escuela y en tercero los amigos, gente que reta continuamente.

¿Cuál es el reto de los padres de familia en la educación durante el Covid-19?

Bueno, pues hoy el reto es que esos padres de familia, acostumbrados a dejar a sus retoños en manos de la escuela para enfocarse más en el trabajo (lógicamente para generar un ingreso y progresar en sus carreras), tengan el tiempo no sólo para conectarse a la computadora y hacer tareas.

El asunto es sacar el tiempo y la energía necesaria para ellos mismos capacitarse en las habilidades que su hijo está por recibir.

En un alto porcentaje de casos, el reto no se reduce a que “debo trabajar y no puedo estudiar con mis hijos”. Muchas veces se trata de la primera generación con carrera y, por consiguiente, hay un doble desafío en la participación de esos padres porque carecen del antecedente de una formación académica.

Por otra parte, me pongo a pensar ¿cómo opera en México esta propuesta de papás más enrolados en la educación de sus hijos? cuando, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo, 71% por ciento de las horas dedicadas a las labores de cuidado no remuneradas en México -entre esto crianza a nivel educativo- son realizadas por mujeres.

¿No te suena esto a que tenemos más problemas de fondo?, que vale la pena tocar a propósito de esta pandemia.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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