• En las situaciones donde debes decir que no, a menudo hay dos fuerzas en juego: una estructural y otra individual.
  • Tal vez, tu jefe se aprovecha de ti porque la cultura en el lugar de trabajo se lo permite.
  • Y es posible que dejes que tu jefe se salga con la suya porque tienes miedo de enfrentarlo.

En el trabajo soy el tipo de persona que le gusta complacer a los demás, y estoy batallando mucho para poder decirle que no a mi jefe. Ya era bastante difícil negarme a algo antes de la pandemia, pero ahora con una carga de trabajo más pesada y las demandas adicionales de administrar un equipo híbrido, me queda poco tiempo. 

Si mi jefe me pide que haga algo, siempre digo que sí porque quiero parecer indispensable, competente y dedicado hacia nuestra organización, ¡lo cual soy! También me preocupa que si no accedo, mi jefe le pedirá la tarea a otra persona, lo que me hará quedar mal. Como resultado, acepto solicitudes grandes y pequeñas. «¿Puedes venir mañana temprano? ¿Dirigir este proyecto? ¿Puedes trabajar en este feriado?» Últimamente, la palabra «no» prácticamente ha desaparecido de mi léxico. Es demasiado.

Estoy atrapado en un patrón poco saludable y me siento abrumado con todos los pendientes. ¿Cómo puedo aprender a decir que no?

Aprende a decir no, sin dañar tu reputación y perspectivas profesionales

Primero lo primero: se supone que tu jefe delega y te pide que hagas cosas. Esta es una parte normal y esperada de su trabajo. Sin embargo, se convierte en un problema cuando tu jefe pone demasiadas responsabilidades sobre tus hombros y tú sientes que no puedes decir que no sin dañar tu reputación o tus perspectivas profesionales.

Es un problema común, por lo que es útil tener mucha claridad acerca de lo que está sucediendo. Por lo que describes, parece que hay dos fuerzas en juego: una estructural y otra individual.

Tu jefe se está aprovechando de ti porque la cultura laboral en tu empresa se lo permite, y tú estás dejando que tu jefe se salga con la suya porque tienes miedo de defenderte.

La raíz de tu problema está en lo que el profesor de psicología y administración en la Universidad de Duke, Aaron Kay, llama la «explotación del trabajador apasionado«.

Ser un profesional ambicioso y de alto rendimiento significa ser un apasionado de tu trabajo

Por ejemplo, observa la gran cantidad de vacantes y anuncios de empleo que describen a los candidatos ideales como «apasionados» por la contabilidad, la gestión de proyectos o el marketing.

Muchas de las declaraciones de misión de las empresas también describen a sus empleados como «apasionados» por «conectarse con los clientes» o «hacer crecer el negocio» o lo que sea.

Por lo tanto, los empleados están constantemente tratando de aparentar que su trabajo les recompensa intrínsecamente.

Pueden llegar a pensar algo como: «no puedo quejarme de tener demasiado trabajo, ¡me encanta lo que hago! Esta hoja de cálculo / conferencia telefónica / proyecto ni siquiera es ‘trabajo’ ‘ para mi».

Es una situación común en los campos creativos, incluido el arte, el diseño o el periodismo.

También es algo muy extendido en las llamadas “profesiones de ayuda”, como la enseñanza y el asesoramiento, donde los trabajos no se consideran trabajo sino «una vocación». 

Los empleadores se aprovechan de que las personas amen su trabajo

Según las investigaciones de Kay, los empleadores se benefician de la noción de que los empleados deben amar sus trabajos porque les da un conveniente margen de maniobra para que las personas trabajen más horas, les paguen menos y, básicamente, hasta los traten mal.

Al hacer que trabajes más, los jefes incluso pueden pensar que te están haciendo un favor.

A los empleados les preocupa que decir no a las peticiones de sus jefes puede enviar un mensaje negativo que los haga perder ascensos, los deje fuera de aumentos salariales o no los tomen en cuenta para asignaciones relevantes.

Apreciar esta dinámica estructural te permitirá abordar la situación con una cabeza fría.

Si bien tu renuencia a decir no a todo lo que pide tu jefe es comprensible en este contexto, debes reconocer que tu jefe se está aprovechando de ti. 

¿Eres complaciente con los demás?

Para citar a quien fuera columnista y ofrecía grandes consejos Ann Landers: «nadie puede aprovecharse de ti sin tu permiso».

Esto me lleva a la segunda fuerza que está en juego: la vocecita dentro de tu cabeza que te dice que digas que sí a todo, para que tu jefe no piense que vales poco.

Dices que eres complaciente con los demás, pero debes ser honesto con tu jefe acerca de tus necesidades y la cantidad de trabajo que puedes manejar razonablemente.

Sobrecargarse de tareas y pendientes no es para nada una buena estrategia.

Hay que tener una comunicación abierta y directa, recomienda la experta Robin Paggi, quien trabaja en la firma de recursos humanos VensureHR.

Ella sugiere que la próxima vez que tu gerente te pida que lideres un proyecto o que asumas alguna otra tarea, digas algo como: «Tengo un alto compromiso con este trabajo y con esta organización, pero también estoy abrumado y estoy haciendo demasiado en este momento. Si intento trabajar mientras estoy tan cargado, no voy a hacer nada bueno ni para ti ni para mí. Me gustaría hablar contigo sobre cómo puedo quitarme algunas cosas de mi lista de pendientes».

Otra idea es hablar con tu jefe al comienzo o al final de cada semana o de forma mensual para que expongas todo lo que estás haciendo y te de retroalimentación sobre cuáles son las cosas más urgentes y cómo debes priorizar tus tareas.

Tu objetivo es lograr que tu jefe reconozca que no todo es al mismo tiempo y que sepa que tienes demasiadas cosas en tus manos.

Para los jefes deben no caer en la paradoja de tener trabajadores apasionados y asignarles tantas tareas que los ahoguen.

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