• Carmine Di Sibio, presidente y CEO mundial de EY, comparte tres lecciones que cualquiera puede poner en práctica, independientemente de dónde se encuentre en su carrera profesional.
  • Para él, las claves del éxito son ser flexible, aprender a colaborar más que a competir y comprometerse con el aprendizaje permanente.
  • Además asegura que a veces lo más importantes es saber adaptarse. 
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Si algo me enseñaron mis días en la NYU Stern y mis 38 años de carrera en EY es que nunca hay que dejar de ser estudiante y aprender de todo: lo bueno y malo, lo que te depara la vida.

Estas son las tres lecciones que todo el mundo puede poner en práctica para avanzar en sus carreras, independientemente de en qué punto se encuentre de ella: 

1. No tengas miedo de cambiar de camino

En el aula, el camino y la meta están claros. En la vida, hay que desviarse del rumbo muchas veces.

Dentro de la universidad hay un plan de estudios que se debe seguir, pero los estudiantes no solo demuestran su capacidad para seguirlo, sino que sobresalen en él: entregan todas las tareas a tiempo, estudian para todos los exámenes y cumplen todos los requisitos. 

Lograr superar todos los obstáculos es un gran logro, pero en mi experiencia, saber cuándo adaptar el plan o tomar otra dirección es igual de importante. 

Mucha gente se sorprende al saber que no me especialicé en contabilidad o temas empresariales. Mi carrera empezó por mi pasión por la química y, cuando era estudiante, estaba convencido de que quería ser médico.

Estudiaba secuencias sintéticas en la biblioteca y hacía valoraciones en el laboratorio. En el penúltimo año de carrera ya estaba preparado para poner en práctica mis conocimientos: conseguí unas prácticas en un hospital de verdad. 

Todos los días por la mañana me dedicaba a seguir a los médicos durante su turno para aprender de ellos. A la hora de comer, me preparaba para observar las cirugías. Fue increíble. 

Aprendí muchas cosas, entre ellas que no soy aprensivo. Vi operaciones a corazón abierto, trasplantes de órganos y prótesis de cadera, que, por cierto, se hacían con una sierra para huesos y un mazo. No apto para aprensivos.  

Tuve que cambiar de rumbo, lo sabía

Pero lo más importante que aprendí fue que no quería ser médico. Tuve que experimentar por mí mismo lo que era la medicina para darme cuenta de que no era lo que quería hacer el resto de mi vida. Tras años de planificación, tuve que cambiar de rumbo. 

No todo el mundo experimentará la urgencia de dedicarse a otra cosa, pero estoy seguro de que la mayoría sí cambiará de camino varias veces a lo largo de su vida. 

Esta realidad será más patente cuando se asiente la tecnología que ahora está revolucionando el lugar de trabajo. Muchas de las profesiones con los que la gente sueña hoy día podrían no existir en el futuro o ser completamente diferente a lo que son hoy en día. 

Mi consejo es ser flexible, aprender nuevas habilidades y mantener la mente abierta al futuro. Lo que me lleva a mi segunda lección.

2. El éxito dependerá tanto o más de la colaboración que de ser competente

Las escuelas de negocios suelen generar un entorno competitivo. Sin embargo, he descubierto que los que saben colaborar, aprender de los demás y aportar en equipo manejarán mejor cualquier reto u oportunidad que se les presente. 

Por supuesto, la competencia debe seguir existiendo porque saca nuestro mejor potencial, pero aprender a colaborar con éxito es una de las claves del triunfo. 

Cuando me di cuenta de que la medicina no era lo mío, decidí dedicarme a los negocios. Solo había un problema: nunca había estudiado algo de empresas, finanzas o contabilidad. 

En la NYU había un programa para graduados que venían de otras carreras y áreas de conocimiento. De día trabajaba en Arthur Young, una de las empresas predecesoras de EY, y por la noche iba a clase. Algo así como Batman, pero con más hojas de cálculo.

Aprendí mucho, tanto en el trabajo como en los libros, pero donde más aprendí fue con mis compañeros

Aunque la mayoría de nosotros trabajábamos para organizaciones competidoras durante el día, por la tarde estudiábamos y elaborábamos proyectos juntos. Compartíamos puntos de vista y nos ayudábamos mutuamente, lo que nos hizo más fuertes e inteligentes.

Y eso es algo que nunca he perdido a lo largo de toda mi carrera.  

Hoy en día, algunas de las tareas más apasionantes que realizamos en EY consisten en trabajar con otras organizaciones. Colaboramos con más de 100 de estas en el ecosistema de alianzas de nuestra empresa para aportar soluciones personalizadas y resolver problemas para los clientes y la sociedad. 

Por ejemplo, nos hemos asociado con Microsoft para ayudar a eliminar las barreras al empleo de los jóvenes de comunidades desfavorecidas. 

Incluso hemos trabajado con la competencia

Colaboramos con otras cuatro grandes organizaciones para desarrollar métricas medioambientales, sociales y de gobernanza para el Foro Económico Mundial, con el fin de ayudar a las compañías a medir de forma coherente su rendimiento no financiero.  

La conclusión es que no siempre se tienen todas las respuestas. El trabajo en equipo y la reflexión con el conjunto de compañeros es esencial, aunque sean de la competencia. 

3. No dejes nunca de hacer preguntas audaces y de cuestionar el statu quo

Los candidatos que se reincorporan al mundo laboral con un título en empresariales que no corresponde a su experiencia pasada, también les hace destacar y les hace ver el mundo de otra manera.

En la escuela de negocios aprendes a plantear preguntas difíciles a los profesores, la empresa, la sociedad, los compañeros y, por supuesto, a uno mismo. Pero para crear un futuro mejor, hay que seguir haciendo preguntas audaces a lo largo de la carrera profesional; hay que cuestionar el statu quo.

Por supuesto, esto conlleva retos y contratiempos. Pero la lección suele ser que el cambio real no siempre llega cuando uno quiere o incluso cómo lo imaginaba. Lo sé por experiencia.

El año pasado, EY estuvo trabajando en una gran iniciativa: Proyecto Everest.

La idea era dividir toda la organización en dos equipos separados y el fin era servir mejor a los clientes de EY a largo plazo, ofreciendo más opciones y eliminando conflictos, además de dar a los propios empleados de EY nuevas oportunidades de crecimiento y más gratificantes.

Se trataba de un movimiento audaz que desafiaba el statu quo y redefinía el sector, algo que la competencia había dicho públicamente que nunca haría. A pesar de los esfuerzos por llevar a cabo el plan, EY decidió no seguir adelante con el Proyecto Everest. Seré sincero y diré que esto me decepcionó.

Hay que abrazar los ‘aprendizajes inesperados’

Pero lo que no podemos perder de vista es que nos hemos encontrado aprendizajes inesperados. Hemos desbloqueado una enorme cantidad de innovación, identificado los puntos fuertes de las personas y tenido nuevas y mejores conversaciones con los clientes y reguladores de EY.

Ningún gran cambio se ha producido dentro de los límites del statu quo. Para tener éxito hay que estar preparado para fracasar y aprender. Sigo creyendo que nos transformaremos para darles un mejor servicio a los clientes de EY, a las personas y a la sociedad, pero en otro momento y de otra forma.

Con el tiempo, cada uno escala su propio Everest. No será fácil. La clave está en tener paciencia, perseverar y aprender por el camino, incluso cuando los reveses hagan cambiar la dirección. 

El compromiso con el aprendizaje permanente prepara para el éxito en el trabajo y en la vida. Hay que mantener la curiosidad por las nuevas posibilidades, colaborar con la competencia y perseverar ante los retos. Aunque el plan no salga como se espera, nunca dejas de aprender. 

Este artículo está escrito por Carmine Di Sibio es presidente y CEO mundial de EY.

Las opiniones reflejadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de la organización mundial EY ni las de sus firmas miembro.

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