• Lourdes Montoya decidió hacer un cambio en su carrera.
  • Actualmente es abogada de Cumplimiento para Latinoamérica en Honeywell.
  • Además, dirige el pilar Women at work, dedicado a empoderar mujeres en la región.
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¿Empezar desde cero a estas alturas de mi vida? Sí. A un mes de tomar la difícil decisión de hacer un reset en mi trabajo por un tema de convicción, llegó la pandemia. Había colaborado ahí por varios años, era una reconocida experta en mi área y antes de poder siquiera analizar otras oportunidades, todo se paralizó. Yo también. Tenía responsabilidades que cubrir y, sobre todo, cuentas por pagar. Estaba en una encrucijada. No quería mirar atrás, pero tampoco sabía qué traería el futuro. No tenía trabajo y el panorama era totalmente incierto. Me acerqué a una agencia de asesoría y reclutamiento, quienes me dieron una nueva perspectiva en mi carrera profesional. No tenía un futuro trazado y tuve que crearlo.

Si alguien me hubiera dicho hace tres años que iba a convertirme en la Abogada de Cumplimiento para Latinoamérica de una empresa Fortune 500, no lo hubiera creído. Luego de haber sido una de las fundadoras del INAI (Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales) y de un periodo trabajando en el sector privado, sabía que deseaba intentar algo nuevo, que estaba lista para retos más grandes, pero no sabía cuál sería ese rumbo. Con mi familia como motor e inspiración, me aventuré a dar un giro dramático en mi carrera profesional; porque, cuando una mujer se propone algo, no hay fuerza de la naturaleza que se lo impida. 

Entonces, durante la pandemia, me preparé más que nunca. Tuve que romper una barrera conmigo misma, regresar a estudiar y confiar en mí a pesar del miedo. Cursé varias especializaciones en Compliance y me certifiqué como Oficial de Cumplimiento Internacional. Enfocada totalmente en la preparación de lo que sería mi nueva vida, sorpresivamente llegó la oportunidad de ocupar una posición en una compañía global para Latinoamérica. Si bien había desarrollado mucha experiencia en mi carrera como abogada sobre el tema, nunca había estado en un área de Cumplimiento, ni con ese nivel de responsabilidad. Nuevamente estaba paralizada. 

En estos últimos años he aprendido que la inseguridad y el miedo se combaten con educación y preparación. Esa es la mejor manera de vencer cualquier barrera; así como cuando en la escuela llegabas bien preparado al examen. Desde que estudié mi carrera en la Facultad de Derecho, entendí que la pasión por seguir aprendiendo es crucial, uno nunca sabe suficiente. Siempre honré la cultura del esfuerzo; la aprendí de mi mamá, una ejemplar economista y trabajadora incansable, muy adelantada a su tiempo. 

Estoy convencida de que todas las mujeres contamos con una capacidad de resiliencia increíble y un motor que nos da energía cuando estamos a punto de desfallecer. En mi caso, ese motor es mi esposo y mis hijos. Hace veinte años, cuando dejaba a mis bebés llorando, mientras yo también lloraba porque me iba a trabajar, vivía con ese cuestionamiento continuo sobre si estaba en lo correcto. Es la eterna duda de las madres trabajadoras, en una sociedad que te pone contra la pared y te cuestiona por dejar a tus hijos. Dentro de mí estaba esa voz del estigma y la culpa que, por cierto, amigos, maestras en la escuela e incluso familiares, con buena intención, te hacen recordar en cada oportunidad. Pero había responsabilidades que cubrir y colegiaturas por pagar, así que no era una opción quedarme en casa. Hoy sé que no estaba equivocada y volvería a elegir el camino que tomé, seguir mi desarrollo profesional.

Por eso, desde mi posición actual, me fijé como misión contribuir a que otras mujeres tengan mejores oportunidades laborales y se desarrollen con seguridad, sin miedo y con libertad. Gracias a esta vocación, dirijo el pilar de Mujeres en el Trabajo de Honeywell a nivel Latinoamérica, cuyo objetivo es empoderar a las mujeres de nuestra región y contribuir a la aceleración de los cambios culturales para mejorar la inclusión de las mujeres, formar redes, crear oportunidades para su desarrollo y participar en eventos y talleres de liderazgo. Buscamos que cada vez haya una mayor participación de mujeres, para ayudar a cerrar brechas de género y crear un futuro mejor para todos, pues la inclusión genera mayores posibilidades de innovación, al tiempo que mejora la capacidad de resiliencia de las organizaciones. 

El giro de la empresa es tecnología avanzada, y cubre muchos sectores, desde la aeronáutica, el sector energético, la seguridad, hasta soluciones de Inteligencia Artificial, entre otros. Es aquí donde la aportación de las mujeres es muy importante para seguir encontrando soluciones diversas para nuestros clientes. Entonces, nos enfrentamos ante otro desafío: la estigmatización de los roles de género. El pool más grande de talento en esta empresa es la ingeniería; pero hay pocas ingenieras especializadas porque, desde pequeños, crecimos con la idea de que hay “carreras para hombres y carreras para mujeres”.

Por ejemplo, en 2022, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) encontró que, en México, únicamente 3 de cada 10 profesionistas STEM son mujeres. Esto significa que hay una brecha de género importante en la formación de talento científico y tecnológico. Con estos datos en mano, me di cuenta de que hay mucho por hacer.

Pusimos manos a la obra y creamos un programa para visitar escuelas e inspirar, desde edades muy tempranas, a las niñas para que tengan modelos de mujeres en carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés). Organizamos talleres de programación dirigidos especialmente a niñas y colaboramos con organizaciones civiles, como Lentes Púrpura, para apoyar a mujeres en comunidades rurales. 

He tomado como misión personal contribuir al empoderamiento de las mujeres. Me gustaría muchísimo poder inspirar a niñas, atraer y retener ese talento, y generar las condiciones para que sientan que hay un espacio seguro para ellas. Aunque me he enfrentado a signos de machismo en algunas personas a lo largo de mi vida, he aprendido a valorar mis talentos, a abrazar mi feminidad, a pedir respeto, a seguirme preparando y también a hacer alianzas con otras mujeres, porque unidas creamos un círculo virtuoso de fuerza y resiliencia imparable. 

Todas padecemos inseguridad en algunos momentos, pero tenemos un motor que nos inspira y no nos permite rendirnos. Ahí está nuestro centro de poder. Uno de ellos es mi hijo Gabriel, quien nació con Asperger, una condición del espectro autista. Sin importar su diagnóstico, mi esposo, mi hijo mayor y yo lo empoderamos, desde pequeño, a través de las palabras. Lo convencimos de que era el mejor amigo y un gran compañero, porque tenía retos de sociabilidad. Hoy es, en verdad, el más amiguero de la prepa y líder de su pandilla en nuestra colonia. Cambiamos su historia a partir de las palabras. Cuando tú le dices a una persona muchas veces «tú vales, tú puedes”… cambias su historia y cambias su vida. 

Hoy, cuando mis hijos me dicen “mamá, eres lo máximo; te mereces esto por todo lo que has trabajado o cuando mi esposo se declara mi fan número uno, sé que todo ha valido la pena: esas lágrimas, esos años de lucha y de incertidumbre no fueron en vano. 

Todas las mujeres tenemos una historia que contar y la posibilidad de reinventarnos. Es importante, para las que tenemos roles de liderazgo, decirles a otras: no estás sola, yo también he tenido miedo, yo también he llorado, yo también he sentido que me caigo y, sin embargo, me levanto. Nadie imagina todo lo que hay detrás; esa lucha a la que damos sentido por el amor que nos impulsa y que reescribe nuestra historia. Reinventarse es parte de la magia. Cambiar la narrativa con las palabras, con amor, porque en realidad, todas somos inspiradoras. 

* Lourdes Montoya es abogada de Cumplimiento para Latinoamérica en Honeywell, una empresa multinacional estadounidense de alta tecnología. Además, dirige el pilar Women at work, dedicado a empoderar mujeres en la región.

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