Paul Alejandro Sánchez

Paul Alejandro Sánchez

Energía Circular

La transición al hidrógeno requerirá la acción decidida de todo el ecosistema de la aviación.

– Guillaume Faury

Demos por sentado, al menos por lo que dura esta columna, que el problema de la movilidad terrestre-urbana y su relación con el uso de combustibles fósiles se resuelve con la adopción de soluciones de electromovilidad masiva que utilicen fuentes renovables y almacenamiento. Pero, ¿cómo resolvemos el problema del transporte aéreo y marítimo? Parece ser que la respuesta se encuentra en el hidrógeno.

Por ello, en esta ocasión nos centraremos en recién anunciado avión de hidrógeno que se encuentra en desarrollo por Airbus, con la idea de ser lanzado en 2030.

Esta es la respuesta de la industria ante otras alternativas no tan viables en este momento de desarrollo tecnológico, como los aviones eléctricos y solares y los aviones que utilizan gas natural licuado. Respecto a los primeros el problema se encuentra precisamente en las baterías y no tiene que ver con la capacidad de almacenamiento, sino más bien con la cantidad de potencia que pueden liberar.

Un avión de pasajeros convencional, por ejemplo el Boeing 737, requeriría de una batería que pudiera almacenar y liberar más energía por unidad de masa que la que se encuentra disponible en este momento, sin considerar que el costo es demasiado alto para ser competitivo.

Por otro lado, el gas natural parecería ser una opción que conjunta precios bajos, considerando que la revolución del shale gas en Estados Unidos ha producido el gas natural más barato del mundo con alta disponibilidad y menores emisiones de gases de efecto invernadero comparado con el jet fuel.

El problema con el gas natural como combustible de reemplazo es que tiene menor poder calórico que el queroseno, para poder utilizarse tendría que ser gas natural lícuado, lo que requiere inversiones y modificaciones a la infraestructura existente; además, como su densidad será menor, requeriría duplicar el peso del combustible para mantener la misma distancia de viaje. En suma, el desarrollo en esa área se ha mantenido para pequeños aviones y viajes locales.

Considerando esto, los países que se encuentran enfilados en el desarrollo de las tecnologías que definirán el futuro de la energía ven en el hidrógeno una posibilidad para transitar hacia aviones con casi cero emisiones y que podrían ser, incluso, maquinas silenciosas.

El concepto se encuentra en desarrollo por Airbus y se espera que pueda lograrse para 2030 pero, la tecnología también tiene sus retos. El principal es descubrir cómo almacenar hidrógeno líquido durante el vuelo a muy bajas temperaturas y evitar los riesgos del volátil combustible. Sin embargo, en caso de éxito, abriría un mundo de posibilidades que podría revolucionar la industrial del transporte aéreo y disminuir el uso de fuentes fósiles.

Como señalábamos algunos meses atrás, este puede representar una de las aplicaciones más importantes dentro de la fiebre del hidrógeno que motiva a los centros de investigación más avanzados para aprovechar las oportunidades de desarrollar alternativas para continuar con el avance de la transición energética incluso en los sectores más difíciles como la aviación.

Diez años parecen mucho, pero en el desarrollo científico y la innovación tecnológica es un tiempo relativamente corto que puede cobrarnos factura como país. Con este panorama en mente, una política pública de fomento a la ciencia y tecnología para el sector energético nunca fue más necesaria. Esa sería un firme paso hacia una verdadera soberanía energética sustentada en el futuro y no en las viejas glorias del pasado.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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